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2016 Petición de Oración | Dios mide nuestra fe | Conferencia sobre 1 Juan

 
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Title
   El Mensaje de la Cruz(16) - LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ (2)    
Speaker
   Rev. Jaerock Lee
Pasaje
   Juan 19:26-27, Mateo 27:46
Date
   2007-11-16



EL MENSAJE DE LA CRUZ 16

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ

La Escritura:
Juan 19:26-27
26. “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo.”
27. “Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.”

Mateo 27:46 “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿Lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?


Amados Hermanos en Cristo:
Hoy, antes de empezar el sermón, permítanme contarles una vieja historia.
Resulta que una vez había una ranita mamá y su hijo. Este hijo era tan desobediente con su mamá que siempre hacía lo opuesto a lo que ella le decía.
Si están viviendo esta clase de vida cristiana, espero que ahora mismo se arrepientan. Si Dios les dice, “Vayan al este,” van al oeste, y si Él les dice, “Al sur”, ustedes van al norte. Si les dice que no hagan algo, ustedes lo hacen. Si Él les dice que rechacen algo, no lo hacen. Cuando Dios les dice que guarden algo, no lo guardan. Siento mucho decirles esto, pero era necesario.
Volviendo a la ranita, si ella le decía a su hijo que hiciera algo, él no lo hacía. Si le decía que no hiciera algo, él lo hacía. Si le decía que fuera hacia el este, él iba al oeste. Debido a su hijo, la vida de la mamá ranita era cada vez más difícil. Finalmente, le llegó el momento de morir y en su cama le dijo a su hijo su último deseo.
Dijo: “No hagas mi tumba al lado de la colina sino junto al río.” Si la enterraba junto al río y no en la colina, la tumba iba a ser arrasada durante la estación del monzón.
Pero como el hijo siempre hacia lo contrario, ella pensó que ahora también lo iba hacer, y por eso le dijo que hiciera su tumba cerca del río.
Sin embargo, luego de que la mamá murió, el hijo se arrepintió. Y quería obedecer la última voluntad de su mamá y la sepultó junto al río diciendo, “He desobedecido a mi mamá toda mi vida, y ahora quiero limpiar mis pecados.”
Entonces, cada estación que venía el monzón, el hijo se angustiaba por la tumba de su mamá y clamaba en voz muy alta “¡Tumba de la Rana, Tumba de la Rana!”
Por cierto, esta es sólo una historia creada por el hombre, sin embargo encontramos una gran lección aquí.
El ser humano habla muchas cosas durante su vida, pero todos consideran que la última voluntad de una persona es muy importante. Aun los hijos desobedientes y pródigos procuran obedecer el último deseo de sus padres.
Asimismo, los padres cuando pronuncian su última voluntad desean decir algo que sea de provecho y de utilidad para sus hijos.
Pero esto sucedía hace 40 o 50 años, o quizás, hace cientos de años. Hoy en día, aun cuando los padres expresen su última voluntad, los hijos generalmente no la obedecen. Incluso la cambian.
Si los padres indican lo que se debe hacer con el dinero de la herencia, los hijos cambian o anulan el testamento con sus abogados. No desean obedecer la última voluntad de sus padres porque sus hermanos o hermanas han recibido más que ellos. Por eso, muchas familias tienen desavenencias sobre este asunto.
Pero nuestro Dios y el Señor Jesús nos aman con un amor que no puede compararse con el amor de nuestros padres.
Y lo último que dijo Jesús con toda Su fuerza mientras estaba colgado en la cruz, justo antes de morir y que nos ha sido transmitido, se conoce como “Las Siete Últimas Palabras de la Cruz.”
Esta es la prédica Nro. 16 del Mensaje de la Cruz y hoy comenzaremos con la tercera de estas siete últimas palabras pronunciada en la cruz. Espero que, a través de este mensaje, puedan guardar cada una de estas últimas palabras dentro de su corazón.
Oro en el nombre del Señor para que, al hacerlo así, puedan permanecer en el amor de Jesús, quien dio Su vida por nosotros.

Amados Hermanos en Cristo:
La Tercera de estas últimas siete declaraciones de Jesús la encontramos en Juan 19:26-27. Y dice, “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.”

Aquí, en las palabras de Jesús, “Mujer, he ahí a tu hijo”\; “hijo” no se refiere a Jesús, sino a Juan, quien estaba al lado de María. Jesús le estaba diciendo a María que considerara a Juan como su propio hijo. Luego, Jesús le dijo a Juan, “He ahí tu madre.” Desde ese instante, Juan llevó a María a su casa y le sirvió como si fuese su propia madre.
Lo que ustedes y yo debemos recordar aquí es que Jesús no llamó a María “Madre” sino “Mujer”. Esto es muy importante. Por favor, tengan esto presente en su mente. Los católicos deberían escuchar este mensaje. Lo siento mucho, pero debo tratar este tema.
El versículo 26 del pasaje de hoy dice, “Cuando vio Jesús a su madre”\; esto no quiere decir que Jesús llamó a la Virgen María, “su madre”. Esto fue escrito por Juan desde su perspectiva acerca de la relación entre María y Jesús. No podemos hallar en la Biblia ningún registro en el que Jesús llame a María “Madre.”
Por ejemplo, en Juan Capítulo 2, cuando Jesús transformó el agua en vino, Él dijo, “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aun no ha venido mi hora.” Jesús llamó a María, “Mujer.”
Ahora bien, la Virgen María le estaba pidiendo a Jesús que cambiara el agua en vino. Entonces, Jesús le respondió, “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aun no ha venido mi hora.” Él la llamó “mujer.” “Mi hora” se refiere al momento en que Jesús debía llevar la cruz y derramar Su preciosa sangre. Esto es, porque María nunca podría ser la madre de Jesús.
Jesús es la misma sustancia de Dios Padre, siendo uno con el Dios Trino. Dios, el Creador, nunca podría tener una madre.
En Éxodo 3:14, Dios dice, “YO SOY EL QUE SOY”. Nadie engendró ni creó a Dios, Dios existe por Sí Mismo desde la eternidad, a través de la eternidad y más allá de la eternidad.
Por eso, Jesús, quien en su origen es Dios Mismo, no podía llamar a la Virgen María, quien es una criatura, madre.
¿No sería extraño, acaso, que la llamara madre? Jesús es uno con el Dios Trino: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo\; y, ¿Cómo podría Dios tener una madre? Y si tuviese una madre, también tendría que tener un padre. Entonces, también tendría que tener abuelos.
Aun genéticamente, la Virgen María no pudo ser la madre de Jesús. Cuando un bebe es concebido, el espermatozoide del padre y el óvulo de la madre deben unirse. La energía de vida de los padres está contenida en el espermatozoide y el óvulo. Pero en el caso de Jesús, aun cuando María dio a luz a Jesús, Él no fue concebido por medio del óvulo de María.
Jesús sólo uso el cuerpo de María, como el de una madre sustituta. Jesús fue concebido por el poder del Espíritu Santo. Por ejemplo, cuando un bebe crece en una incubadora, esta maquina no llega a ser la madre del bebe.
De la misma forma, María no pudo ser la madre de Jesús, quien es el Hijo de Dios. El doctor Hwang de la Universidad Nacional de Seúl llegó a clonar un perro, lo cual es muy difícil de hacer. Pero en este caso, cuando el perro clonado nació, podría llamar al Dr. Hwang “padre”. Nunca.
Dios desea que Sus hijos sirvan y adoren sólo al Dios Trino: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Por eso, Éxodo 20:3-5 dice, “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, por que yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visitó la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.”
Nunca debemos hacer una imagen y adorarla. Sólo debemos de adorar a Dios.
Continuando con lo anterior, cuando Jesús le dijo a la Virgen María, “Mujer, he ahí, tu hijo” fue para consolarla.
Mientras María estuvo observando padecer tanto a su amado Jesús, su corazón tuvo que haber sufrido mucho como si hubiera recibido una puñalada. Jesús, en su compasión, recordó a María y la consoló incluso en Sus últimos instantes de vida. Él dejó que Juan le sirviera como su propio hijo.
Entonces, al decirle a Juan, “He ahí, tu madre”, Jesús le pedía a Juan que sirviera a María como a su propia madre. Después que María- siendo una virgen- dio a luz a Jesús, tuvo varios hijos con su esposo José. Sin embargo, Jesús no le pidió a ninguno de los hijos de María “Cuida de tu madre” sino se lo solicitó a Juan diciéndole, “He ahí, tu madre.”
En Filipenses 3:20 se cita, “Mas nuestra ciudadanía, está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo.”\; aquí podemos darnos cuenta del verdadero sentido del lugar al que pertenecemos.
Como he dicho, los que somos salvos somos ciudadanos del reino celestial. Y debido a ello, debemos obviamente obedecer su ley, que es la Ley de Dios. Ustedes son ciudadanos de un determinado país: Corea, Perú u otro. Por lo tanto, deben obedecer las leyes de su país. Pero si va a otra nación, por ejemplo a los Estados Unidos, debe obedecer las leyes de ese país.
Pero debido a que nuestra ciudadanía está en los cielos, nuestro espíritu debe obedecer las leyes del cielo, es decir, la Ley de Dios.
Cuando aceptamos al Señor, nuestros nombres son escritos en el Libro de la Vida en el cielo, casi como cuando inscribimos el nacimiento de un bebe en la Oficina de Gobierno o en la Municipalidad local. En el momento que recibe el Espíritu Santo, se registra que aceptó al Señor y recibió el Espíritu Santo a tal hora, de tal día, de tal mes, de tal año, etc.
El Padre de los ciudadanos del cielo, cuyos nombres están inscritos en el Libro de la Vida, es Dios. Los verdaderos hermanos y hermanas de los ciudadanos de los cielos son los hijos de Dios quienes creen en el Señor. Luego, aun cuando nuestros padres naturales nos hayan procreado, ¿Cómo podríamos afirmar entonces que Dios es nuestro Padre? Es porque el origen de toda vida proviene de Dios.
Nuestros padres físicos procrearon nuestros cuerpos, pero originalmente, aun las semillas de vida fueron dadas por Dios. Si retrocedemos hasta nuestros ancestros paternos, el padre de todos nosotros es Adán.
Realmente, yo no puedo entender a los que se aferran tanto a sus genealogías familiares, quienes dicen que pertenecen a cierta familia y otras cosas similares. En Corea tenemos muchos apellidos de familias. Si continuamos yendo hacia atrás, encontraremos que hubo alguien que vivió durante la dinastía Chosun o Koryo. ¿Eso significa, entonces, que él era su padre?
Ese hombre también tuvo sus antepasados. Tuvo padres y abuelos. Y si continuamos yendo hacia atrás, entonces, encontraremos que todos somos descendientes de Adán. Todos somos hermanos y hermanas. No sé por qué tanta gente se preocupa tanto acerca del apellido de su familia y de su ciudad de origen en estos pequeños países.
Todos nacemos de unos mismos padres con la misma energía de vida. Por eso, desde la inauguración de esta Iglesia, nunca he puesto atención al lugar de origen ni a los apellidos ni a las genealogías de las personas, etc.\; porque sé el significado espiritual de esto: El antepasado de todos nosotros es Adán. Y la vida de Adán, quien es el origen de la humanidad, vino de Dios.
Dios Mismo formó el cuerpo de Adán y le sopló el aliento de vida. Por eso, el origen de nuestra vida viene de Dios. Además, aun si nos casamos y tuviéramos hijos, no podríamos concebir un bebe si Dios no lo permitiera.
Además, Dios tiene el control absoluto para dar el espíritu y el alma al bebe que es concebido.
Aun si se clonara un hombre, sólo se copiaría la apariencia externa. No podemos crear un ser humano, que es el señor de todas las criaturas.
He oído decir a gente que no pueden clonar a un hombre mientras ellos están clonando a un perro. No, no podemos clonar a un hombre. Aun si suponemos que podrían llegar a hacerlo en cientos de años, sólo podrían crear la forma exterior pero no el contenido interior. Ese clon no sería diferente a un animal que no tiene espíritu.
Hoy en día, la ciencia ha desarrollado hasta el punto en que la clonación del ser humano está en debate. Pero no importa cuánto se pueda desarrollar la tecnología, el hombre nunca podrá ser capaz de crear el espíritu y el alma de un ser humano. Nunca, jamás podrá hacerse. Incluso si podemos clonar la forma de un hombre\; es decir, su cuerpo, Dios no le dará el espíritu. Por eso, un clon no sería diferente a un animal y no podríamos llamarlo un verdadero ser humano.
Además, los padres no pueden controlar el género, el carácter y la apariencia de sus hijos. Sólo Dios puede controlar la vida.
En nuestra Iglesia hubo muchos matrimonios que no podían tener hijos pero que por el poder de Dios luego pudieron concebir. Por 3, 5, 7 y aún 10 años de casados no podían tener un bebe. Emplearon toda clase de métodos, pero todos resultaron inútiles. Mas cuando oyeron del poder de Dios manifestado a través de este humilde siervo y vinieron con fe para que orara por ellos, pudieron tener hijos por el poder de Dios.
Especialmente, en la reunión de avivamiento de 1993, Dios movió mi corazón para proclamar a los asistentes la bendición de concebir bebes y oré por eso\; y numerosas parejas de casados concibieron casi al mismo tiempo.
Por eso, luego de 4 o 5 años, los niños que nacieron en esta reunión de avivamiento, todos juntos ingresaron al Kindergarten o nido de nuestra Iglesia. Permítanme contarles el testimonio de un matrimonio que fue bendecido con un bebe en esa reunión.
El Diácono Jaesong Lee y su esposa la diaconisa Heesook, antes de llegar a esta Iglesia, durante 7 años de matrimonio no pudieron tener hijos. Ellos asistieron a esta reunión de avivamiento en nuestra Iglesia y experimentaron al Dios viviente.
La esposa fue sanada de un tumor en la nariz que lo tenía por 5 años y el esposo fue sanado de una úlcera crónica al duodeno. A través de esta experiencia de sanidad su fe aumentó, y después quisieron tener un bebe por el poder de Dios. Vinieron para que orara por ellos.
Dios respondió a su oración y en el sétimo año de su matrimonio les dio una hermosa hija. Pero algo le sucedió a ella cuando tenía 11 meses de nacida. En un momento de distracción de su madre, la bebe se tragó un corcho con un alfiler de 2 centímetros de largo.
La niña comenzó a llorar desesperadamente ya que el puntiagudo alfiler iba descendiendo por su esófago. La madre se dio cuenta de la situación y llamó para recibir la oración de sanidad que está grabada en el Servicio Automático de Respuesta Telefónica. Luego de recibir la oración, la bebe dejó de llorar y comenzó a jugar con una gran sonrisa en su cara. Cuando la bebe luego de un rato hizo su deposición, el alfiler salió.
Dios la protegió totalmente mientras el alfiler estaba saliendo a través de sus delicados intestinos.
¿Imagínense qué cosa le podría haber sucedido a la niñita desde el momento en que se tragó ese gran alfiler? Sin embargo, como recibieron inmediatamente la oración de sanidad grabada en el Servicio Telefónico, Dios hizo que el alfiler estuviera boca abajo y descendiera por las entrañas y luego saliera por medio del movimiento del intestino.

Amados Hermanos en Cristo:
Es Dios quien da el espíritu al hombre\; y es también Dios quien controla la vida, la muerte, la dicha y la desgracia. Y este Dios es nuestro Padre.
Pero la gente del mundo, que no cree en Dios sino que sigue los deseos y la lujuria del mundo, no puede llamar a Dios “Padre”. La Biblia afirma que el padre de estas personas es el diablo. No es su padre natural ni físico.
Juan 8:44 dice, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla\; porque es mentiroso, y padre de mentira.”
La gente del mundo vive cediendo a las tentaciones del diablo, y al final de este mundo serán echados al fuego del infierno. Por el contrario, los creyentes- quienes podemos llamar a Dios “Padre”- viviremos para siempre en el cielo.
Una familia que viva en esta tierra no puede permanecer junta para siempre en el cielo sino creen en el Señor. Luego de esta vida en la tierra, el cielo y el infierno estarán separados, y el camino para cada uno será totalmente diferente.
Mateo 12:48-50 cita, “Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.”
El Señor nos hace saber que los que creen en el Señor son nuestra verdadera familia con quienes viviremos juntos para siempre en el reino de los cielos.
Por eso, sus propios padres y hermanos terrenales irán al infierno si no aceptan al Señor, mientras que los que reciban al Señor irán al reino de los cielos. El infierno está bajo el domino de Satanás y del diablo. El reino de los cielos está gobernado y regido por el Padre. Por tanto, todos nosotros somos hijos de Dios. Y cuando lleguemos allí, los hermanos en la fe serán nuestra madre y nuestros hermanos y hermanas.
Pero esto no significa que no debemos de amar a nuestros padres y hermanos en esta tierra. Debemos obviamente amarlos y servirles, pero este amor debe ser un amor espiritual que es lo justo y lo correcto ante Dios. Por eso, la Biblia nos dice que debemos enseñar o instruir a nuestros hijos y honrar o servir a nuestros padres en el Señor.
Si los miembros de su familia blasfeman contra Dios y los obligan a hacer cosas en contra de la voluntad de Dios, no es verdadero amor obedecerlos.
Por ejemplo, si sus padres le dicen, “Debes ayudarnos haciendo este trabajo el día domingo, así que no vayas a la Iglesia,” ¿Debe obedecer esto o no? También, si su hermano biológico comete un pecado y le dice que también lo haga, participando de cosas malas con él, ¿Le hará caso sólo por quedar bien con él? Este no es amor, sino es el camino hacia la muerte.
Por eso Mateo 10:37 cita, El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí\; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” Debemos, por cierto, amar a nuestros padres y hermanos naturales, pero debemos amarlos, honrarlos y servirles dentro de la verdad.
Si aman y sirven en verdad, sabrán el orden. Primero es nuestro Dios y Padre, luego el Señor, y después el Espíritu Santo. En la Iglesia está el Pastor y los demás. Servimos y honramos a otros de acuerdo al orden del reino espiritual.
Asimismo, si aman a sus padres y a su familia, por encima de todo, deben evangelizarlos para que sean salvos y vayan al reino de los cielos. Su familia debe ser una verdadera familia que viva para siempre en el cielo.
En esta tercera declaración de las siete últimas palabras que dijo en la cruz está contenido el amor de Jesús que deseaba consolar el afligido corazón de María. Además, nos hace saber que nosotros, los que somos salvos, pertenecemos al reino de los cielos y que nuestra verdadera familia son los hermanos y hermanas en la fe.
Deseo enfatizar una cosa. Luego que aceptan a Dios y comprenden y creen que Dios es su Padre, ya no llaman a Dios sólo “Dios” sino “Dios Padre” o “Padre Dios”. Pero Dios una vez dijo una cosa:
Si aquellos que supuestamente tiene fe cometen las obras de la carne, esto es, pecan de hecho y de acción, sabiendo y conociendo que es el camino a la muerte, Dios no desea que ellos lo llamen “Padre” porque Él está muy triste. Está desconsolado. Los que son hijos e hijas de Dios, ahora están siguiendo las obras del diablo y están sirviendo al diablo como a su padre. Pero aún así están llamando a Dios “Padre”, por eso Él está muy avergonzado. En este caso, no deben llamar a Dios “Padre”.
También, cuando den consejería a los nuevos creyentes o a los que están en el Primer y Segundo Nivel de fe, no deben decirles que llamen a Dios “Padre”. No tienen una fe tan firme aún, por lo que no pueden realmente invocar a Dios como “Padre” de forma tan familiar y cercana. Ellos tan sólo deben orar llamándolo “Dios”. No deben clamar a Dios como “Padre” y aun cometer pecados.
Gradualmente echarán fuera los pecados y andarán en la verdad y en la luz, y sentirán que desean llamar a Dios “Padre”. Si son amigos del mundo y cometen muchos pecados, pero aun así llaman a Dios “Padre”, Dios les dirá, “Yo no tengo ni una hija ni un hijo como tú.”
Se pondrá triste. Como en la historia de la ranita verde, que desobedeció tanto a su mamá, que ella le pidió que la enterrara al lado del río.
También, los que oran o hacen alguna invocación desde el altar durante los cultos deberán llamar a Dios “Dios” o “Dios Padre”. Cuando oran en nombre de la congregación, en donde se incluyen a los nuevos creyentes, pueden llamar a Dios “Dios Padre” o “Padre Dios”.
Pero cuando estén orando en forma personal, si viven en la luz y en la Palabra de Dios, pueden llamar a Dios sólo “Padre” o “Abba Padre”.
Cuando oro o medito a solas, jamás digo “Dios”. Únicamente lo llamo “Padre” o “Abba Padre”. Si le digo, “Padre Dios” me siento muy distante de Él.

La siguiente: La Cuarta de las 7 últimas declaraciones que Jesús hizo en la cruz la encontramos en Mateo 27:46. Y cita, “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿Lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?
En los 4 evangelios, Jesús nunca llamó a Dios “Dios”. Siempre lo llamó “Padre”. Aun cuando enseñaba a Sus discípulos, decía “Padre”. Sin embargo, tan sólo en un pasaje, Jesús dice, “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”
Cuando vemos en Marcos 15:25 que dice, “Era la hora tercera cuando le crucificaron.” La “Hora tercera” es cerca de las 9 de la mañana.
Así, cuando fue “Cerca de la hora novena”, quiere decir que Jesús estuvo colgado en la cruz sufriendo un terrible dolor por 6 horas. Algunos malinterpretan estas palabras de Jesús, “¿Por qué me has desamparado?” y afirman que Jesús estaba manifestando su resentimiento contra Dios debido al gran dolor que padecía.
Pero Jesús no clamó a Dios por enfado ni dolor. Jesús sabía lo que iba a suceder incluso antes de venir a este mundo, y sabía también del dolor que iba a padecer en la cruz. Aun así, Él voluntariamente escogió el camino de la cruz para cumplir la providencia de Dios.
Jesús nunca se habría lamentado ante Dios justo cuando todos los sufrimientos iban a terminar. Estas palabras no contienen ningún resentimiento ni lamento, sino que, en vez de eso, tienen un importante significado espiritual.
Primero: Cuando Jesús dijo esto, clamó en voz alta. De hecho, Jesús no tenía la suficiente fuerza para clamar en voz alta. Él había sido interrogado
toda la noche en diferentes lugares y, además, fue duramente azotado. Cargó la pesada cruz y subió al Gólgota cayendo en el trayecto muchas veces.
En estas condiciones, fue crucificado, y permaneció colgado durante 6 horas, derramando Su sangre. Por eso, le era incluso difícil pronunciar una sola palabra aun en voz muy baja, pero ahora estaba clamando en voz alta.
Y fue porque todos los que oyen estas palabras tienen que darse cuenta de su significado. Jesús quería que todos lo oyeran y entendieran por qué Él tenía que ser abandonado por Dios y por qué tenía que ser crucificado de forma tan cruel.
Ahora bien, Jesús fue completamente desamparado por Dios mientras Él estaba siendo hecho maldición en la cruz. ¿Por qué fue esto? Porque todos los seres humanos se habían hecho pecadores. Fue para redimirnos de esos pecados
Todos nosotros estábamos destinados a ser desamparados por Dios debido a la maldición de la Ley, pero Jesús llevó todas las maldiciones por nosotros y por eso Dios tuvo que desampararlo.
Jesús murió por todos nosotros: Para salvar a los que estábamos destinados al infierno y llevarnos al reino de los cielos. Y porque Jesús deseaba que todos entendieran este significado espiritual, Él clamó es voz alta, con todas Sus fuerzas.

Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
En la Biblia, cuando Jesús clamaba o se refería a Dios, siempre decía, como Hijo amado, “Padre”.
Cuando al principio la gente cree en Dios y comienza a orar, primero lo llaman, “Dios”. Y en la medida en que su fe crece, le empiezan a decir “Dios Padre”\; o “Padre Dios”.
Porque creen en su corazón que Dios es su padre, en forma natural usan la expresión, “Padre”. Los que aman más profundamente a Dios y se comunican y tienen comunión con Él normalmente no le dirán, “Dios” sino que simplemente lo llamarán “Padre” o “Abba Padre”.
Ya que Él es un Padre tan amoroso y con tanta gracia, ni siquiera le dicen “Dios”. Esto quiere decir que tienen una relación íntima y personal con Dios. Por ejemplo, digamos que el hijo del presidente de un grupo empresarial es gerente de una de sus compañías. Entonces, en ceremonias o reuniones oficiales, este hijo se dirigirá a su padre como, “presidente”\; pero en lugares privados, podrá llamarlo “padre”.
Si el hijo llama a su padre “presidente” incluso en casa durante la cena, ¡Que relación tan distante tendría con su padre! En privado debería llamarlo “padre”. Si aún llama a su padre “presidente” incluso en privado, la relación entre padre e hijo sería más bien una relación entre extraños.
Sucede lo mismo cuando los creyentes se relacionan con Dios. Aquellos hijos que aman a Dios y comparten sus sentimientos con Él, cuando oran llamarán con confianza a Dios “Padre”.
Sin embargo, cuando oran formalmente en un culto, servicio o reunión oficial, están representando a todos los asistentes quienes tienen diferentes niveles de fe, por eso lo más apropiado es decir, “Dios” o “Dios Padre”.
Jesús siempre compartió como Su Hijo, momentos de profundo amor con Dios y cuando oraba siempre decía, “Padre”. Pero en la escritura de hoy, Jesús específicamente está diciendo, “¡Dios mío!” ¿Por qué? ¿Cuál es la razón?
Es porque Jesús estaba dirigiéndose a Dios en lugar del pecador que está bajo maldición. Jesús fue colgado en la cruz como un pecador llevando en
Él todas las maldiciones de la humanidad, tomando el lugar de ella.
Un pecador no se atrevería a llamar a Dios, quien es santo, “Padre”. Si no están viviendo en la luz sino en el pecado, no pueden llamar a Dios “Padre”. En particular, los que tienen ya cierto nivel de fe y cometen las obras de la carne que conducen a la muerte, no deben de dirigirse a Dios como “Padre”.
Por eso, en esta particular situación donde Jesús estaba siendo abandonado en sustitución de los pecadores y estaba siendo crucificado en la cruz, Él no dijo “Padre”, sino “Dios”.
Sucede lo mismo con ustedes. Si declaran su fe pero aún viven en pecado, no pueden temerariamente orar como hijos de Dios. Por eso, la Biblia dice que si nuestro corazón no nos condena, recibiremos la respuesta a todo lo que pidamos.
No pueden fácilmente llamar a Dios “Padre”, si ni siquiera viven por la voluntad de Dios sino tentados por el diablo y Satanás.
Jesús fue rechazado en el lugar de los pecadores a pesar que Él es el Hijo de Dios, sin mancha ni pecado\; y en ese momento, no pudo ni siquiera llamar a Dios “Padre”. Y para que comprendiéramos la razón por la qué renunció a toda Su gloria en los cielos y fue abandonado como los pecadores, Jesús estaba clamando en voz alta con todas Sus fuerzas.
Imagínese a Jesús hablándole desde la cruz, diciéndole, “¿Sabe por qué Dios me ha desamparado? Me ha abandonado por que lo amo de tal manera que quise ser la redención por sus pecados para redimirlo de todos ellos. Quiero que todos sepan por qué Dios me desamparó. Y así, hacer que todos los demás también lo sepan.
Otra razón por la cual clamó en voz alta es porque muchos están yendo por el camino de la muerte siendo amigos del mundo, a pesar que Dios dio a Su único Hijo por todos los pecadores.
El clamó fuertemente porque quería que todos supieran la razón por la que estaba siendo crucificado\; que lo aceptaran como su Salvador y que así alcanzaran la vida eterna.

Amados Hermanos en Cristo:
Hoy les he hablado de la Tercera y de la Cuarta palabra entre las 7 últimas que dijo Jesús en la cruz.

La Tercera es: “Mujer, he ahí a tu hijo”\; y “He ahí (dirigiéndose a Juan) tu madre”.

A través de estas palabras, Jesús nos hizo comprender el verdadero sentido espiritual de ser parte de los hijos de Dios. Nos hizo saber que nuestro verdadero hogar es el reino de los cielos y que nuestros hermanos y hermanas son los hermanos y hermanas en la fe.

La Cuarta declaración es: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”

Esto fue para que entendiéramos que Jesús murió para salvar a los pecadores, para liberarnos del pecado y guiarnos por el camino de la vida.
Si verdaderamente cree en su corazón que Jesús fue desamparado y murió en la cruz por nuestros pecados, no podrá permanecer más viviendo en el pecado, sino que vivirá un vida completamente diferente apartada del pecado y santa.
De esta manera, podremos llegar a ser verdaderos hijos de Dios al cual podamos llamarle “Padre”. También, podremos guiar al camino de la salvación a muchas almas quienes ahora están yendo por el camino de la muerte sin conocer la verdad. Los animo a que graben las palabras de Jesús en sus corazones y vivan una vida recta ante Dios.
Oro en el nombre del Señor para que, haciendo esto, puedan morar con el Señor en el más bello y glorioso lugar en el reino de los cielos.

AMEN

 
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