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Domingo por la mañana
Title
   Espíritu Santo    
Speaker
   Rev. Jaerock Lee
Pasaje
   Juan 14: 26
Date
   2009-05-31



Pasaje

[Juan 14: 26]
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho."

Hoy es Domingo de Pentecostés
En el capítulo 2 del libro de los Hechos, hallamos una escena en la que el Espíritu Santo desciende sobre las personas que se encontraban en el aposento alto de Marcos.
El Pentecostés es el día en el que celebramos ese suceso.
Jesucristo ya había hablado acerca del Espíritu Santo antes de Su muerte.
Mientras Jesús compartía la ultima cena con Sus discípulos, Él les prometió que enviaría al Espíritu Santo.
Juan 14:16-17 dice, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros."
¿Qué creen que Jesús sintió por el tener que irse y dejar a Sus discípulos en este mundo?
Él tenía un corazón apasionado por ellos y les dijo lo siguiente,
En Juan 14:18, Él les promete "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros."
Esto significa que el Señor regresará y nos llevará al reino de los cielos.
También, eso significa que el enviará al Espíritu Santo, quien es uno con el Señor, para que esté con nosotros.
Ésta es la misma promesa del Padre que es uno con Jesucristo.
Las palabras del Señor Jesús contiene el corazón del Dios Padre, tal como Él es.
Incluso después que Adán pecara y fuera expulsado del Huerto del Edén, Dios jamás se olvidó de él.
Dios no pudo comunicarse con Adán como lo solía hacer anteriormente, pero aún así, quería guiar a Adán y a los demás a que vivieran conforme Su voluntad.
Y llegado el tiempo propicio, Dios envió a Cristo para hacer de Él el sacrificio de expiación por toda la humanidad.
Jesús derribó el muro de pecado que nos separaba de Dios.
Él quería restaurar la relación entre Dios y Sus hijos, y caminar con nosotros al igual que lo hizo Dios con Adán.
Estaba en Su providencia el guiarnos hacia el reino de los cielos y estar con nosotros para siempre.
Luego que Jesús nos reconciliara con Dios y ascendiera a los cielos, Dios envió al Ayudador, el Espíritu Santo.
Jesucristo abrió el camino para que podamos llegar a Dios, pero también sabía que éramos demasiado débiles para hacerlo solos.
Dios mostró Su inmenso amor por nosotros al enviar a Jesús; y del mismo modo, lo volvió a hacer al enviar al Espíritu Santo para que nos ayudara.
El Espíritu Santo es el corazón mismo de Dios Padre.
De esa manera, nosotros podemos sentir el amor del Padre a través del Espíritu Santo.
Les hablaré sobre lo que el Espíritu Santo hará por nosotros en este domingo de Pentecostés, y es mi anhelo que puedan sentir el amor del Padre mediante el Espíritu Santo.
Oro en el nombre del Señor para que ustedes puedan entablar una relación más íntima con Dios, para que alcancen la Nueva Jerusalén, el asiento del trono de Dios.
[Principal] Amados hermanos y hermanas en Cristo, ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas?
En primer lugar, Él nos fortalece para poder vencer a este mundo.
Si yo les preguntara,"¿Ustedes anhelan profundamente la Nueva Jerusalén?". La mayoría de ustedes respondería con un "¡Amén!.
En la Nueva Jerusalén es donde se halla el trono de Dios, y es el lugar más hermosos y feliz del Cielo.
Eso ustedes lo saben muy bien. Del mismo modo, ustedes saben que deben despojarse de todo lo mundano de sus corazones si anhelan entrar a la Nueva Jerusalén.
¿Por qué debemos despojarnos de todas las cosas mundanas?
1 Juan 2:15-16 dice, "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo."
Como bien dice el pasaje, las cosas de este mundo son de la carne, las cuales se oponen a Dios quien es Espíritu.
Esas cosas van contra la verdad, y Dios es verdad.
Es por eso que sólo podemos llegar a amor a Dios cuando abandonamos el amor por este mundo.
Asimismo, sólo amando a Dios podremos ser santificados y fieles hasta la muerte y así llegar a la Nueva Jerusalén.
Sin embargo, para algunos de ustedes les resulta difícil despojarse del amor por este mundo; mientras que a otros les resulta más fácil.
¿A qué se deberá eso?
Es porque el hombre está hecho del polvo de la tierra.
Dicho polvo cambia sus características cuando se lo mezcla con otras sustancias.
Los hombres también tienen ese carácter como el del polvo de la tierra.
Desde la ciada de Adán, a medida que el hombre aceptaba mas la carne, ellos eran transformados en mas carnales cada vez.
Además, toda la humanidad vive en este mundo carnal, el cual está controlado por el poder de la oscuridad, por el enemigo Satanás.
Las personas ven, escuchan y están en continuo contacto con el pecado, la falta de verdad y la maldad.
Es por eso que sus mentes pueden ser fácilmente contaminadas por el mundo, y así ser tentados.
En especial, hacia los últimos tiempos, el poder de la carne se vuelve más fuerte.
La carne llama más carne, y la maldad más maldad. La carne y la maldad se combinan y aumentan su poder de influencia.
Con tan sólo observar un poco la cultura del mundo hoy, podemos ver cuán alejada está de Dios.
Las personas están machadas por el pecado y la maldad cada día más.
Se hace cada vez más difícil hallar algún al menos un ápice de moralidad y ética.
Vivimos en este mundo oscuro y debido a que nuestros cuerpos están hechos del polvo de la tierra, no nos resulta tan fácil despojarnos de la carne.
No importa cuanto podamos esforzarnos por apartarnos de la carne y ser libres de su influencia, nunca lo lograremos por nuestra propia fuerza.
No obstante, sí podemos lograrlo con la ayuda del Espíritu Santo.
El Salmo 103:14 dice, "Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo." Dios Padre conoce perfectamente el carácter del hombre.
Es por eso mismo que Él nos envió al Espíritu Santo.
Ahora bien, ¿de qué manera nos ayuda el Espíritu Santo a vencer a este mundo?
Si nos involucramos en algo de este mundo, al comienzo, Dios nos advierte en nuestros corazones.
Él nos reprende a través de Su Palabra, y nos permite discernir las cosas que son del mundo, lo perecedero de las cosas de la carne y los pecados que nos conducen a la muerte.
El Espíritu Santo gime en el corazón de los hijos de Dios para que estos puedan sentirse así inquietos.
A la vez que participan de este mundo, las personas pueden sentir los gemidos del Espíritu Santo y así volverse.
Del mismo modo, el Espíritu Santo nos da la Fortaleza para arrancar de nosotros el amor por este mundo.
A medida que oramos para poder apartarnos de las cosas mundanas, el Espíritu Santo nos fortalece para que podamos clamar con fervor y pasión en oración.
Y al orar con fervor, somos llenos del Espíritu Santo y así podemos despojarnos de lo mundano.
El Espíritu Santo también consuela y anima a aquellos que quieren ser libres del amor a este mundo.
Romanos 14:17 dice, "porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo."
Él no sólo nos enseña a despojarnos de lo mundano, sino que también nos permite disfrutar del gozo de vivir en el Espíritu. Y de esa manera, podemos amar más a Dios que a este mundo.
Por ejemplo, cuando intentamos frenar el placer mundano, Él nos da en cambio gozo y paz en nuestros corazones.
Asimismo, Él derrama bendiciones visibles sobre nuestras economías o sobre la salud.
Muchos cristianos afirman que pudieron abandonar diversas cosas mundanas por la sola ayuda del Espíritu Santo.
Algunos confiesan haber podido ser libres del cigarrillo y la bebida, lo cual antes no podían.
Incluso algunos estudiantes comentan que fueron libres de la adicción al internet y ahora estudian con mayor esfuerzo.
Pero por sobre todas las cosas, el Espíritu Santo nos permite sentir el amor de Dios Padre.
Cuando se hallen en medio de la tentación, si piensan en que Dios Padre nos está mirando con profundo amor, entonces ustedes obtendrán la fortaleza necesaria para alejarse pensando, "Si yo hago esto, le estaría rompiendo el corazón a Dios. Mejor guardaré mi corazón."
Oro en el nombre del Señor para que, como les decía anteriormente, ustedes venzan a este mundo y vivan una vida de gozo con la ayuda del Espíritu Santo.
En Segundo lugar, amados hermanos y hermanas en Cristo, el Espíritu Santo nos guía a que nos demos cuenta del amor de Dios.
¿Qué clase de ser es Dios para ustedes?
¿Es Dios el Todopoderoso que realiza obras maravillosas?
¿Es el Dios Creador sentado en Su Trono de Gloria?
Sí, ambas declaraciones son verdad. Pero sobre todo, Dios es nuestro Padre.
Él no está exclusivamente sentado en Su Trono. Él es nuestro Padre que permanece a nuestro lado siempre.
Él es el Padre de todo nuestro ser. Es Él quien creó nuestro espíritu, alma y cuerpo.
2 Corintios 6:18 dice, "Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso."
Debido a la caída de Adán, la humanidad se convirtió en hijos de maldad. Cuando nos hallábamos lejos de Dios, ya no odiamos sentir Su presencia.
Y es el Espíritu Santo quien nos revela que Dios es nuestro Padre.
Romanos 8:14-16 dice, "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Al aceptar al Señor y recibir el Espíritu Santo, llegamos a llamar a Dios "Padre".
Al principio, nos parece extraño llamarle "Padre".
Y por haber sido anteriormente hijos de maldad que se oponían a Dios, nos resulta algo vergonzoso.
Pero a medida que nos vamos despojando de nuestro viejo ser y nos esforzamos por ser semejantes a Dios, esa rara sensación desaparece y nos sentimos mucho más cerca de Dios.
Es el Espíritu Santo quien nos guía para que tengamos una mayor intimidad con Dios.
El Señor Jesús nos lleva de regreso al Padre, y el Espíritu Santo es el que restaura nuestra relación con Dios.
Para ponerlo de una manera más sencilla, Él guía a los creyentes por el camino de la fe una vez que estos aceptan al Señor Jesús.
¿De qué manera el Espíritu Santo los guía?
Continuamente, Él les permite entender a Dios a Su corazón a través de la Palabra.
La Biblia fue escrita por inspiración del Espíritu Santo, y Él conoce aún lo profundo de Dios, incluso el mismo corazón de Dios.
Al empezar a entender la Biblia, las palabras que ella hay ya no son simple palabras sin sentido para nosotros.
La Palabra se convierte en la Palabra de Vida de Dios que obra en nosotros.
Es decir, nos transformaremos en esos hijos a la imagen de Dios en tanto y en cuanto, entendamos la Palabra y la pongamos en práctica.
Entonces, siempre sentiremos que la Palabra de Vida trabaja de continuo en nosotros.
Conoceremos tan profundamente al Dios invisible que será como si estuviéramos con Él personalmente.
Sentiremos el inmensurable amor de Dios.
Mientras más conozcamos de Dios y Su corazón, más íntima será la relación que tendremos con Él.
Tendremos un amor mucho más profundo por Él.
En consecuencia, viviremos conforme la voluntad de Dios como hijos que verdaderamente lo aman.
Luego, también podemos llevar una vida como la de los patriarcas, quienes siempre caminaron junto a Dios.
A medida que confiemos en Dios, que Él está con nosotros, disfrutaremos prosperidad en todo.
Llevaremos una vida llena de gozo aquí en la tierra hasta que vayamos al reino de los cielos.
Oro en el nombre del Señor Jesucristo para que ustedes caminen junto a Dios Padre por medio del Espíritu Santo.
En tercer lugar, queridos hermanos y hermanas en Cristo, el Espíritu Santo nos dará a conocer el reino espiritual con claridad.
Él nos permite entender que este mundo visible y físico no lo es todo, que hay un reino espiritual.
Él nos enseña que existe un espacio spiritual donde se hallan Dios Padre y los patriarcas.
¿De qué manera lo hace?
Él nos enseña el reino espiritual al realizar cosas que serian imposibles en este mundo físico.
Señales, maravillas y obras extraordinarias suceden por el poder del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el corazón mismo de Dios Padre, y también es el poder mismo de Dios.
Vemos que ocurrió una gran manifestación del poder del Espíritu Santo en aquel aposento alto de Marcos.
Jesús, Sus discípulos y apóstoles hicieron grandes señales de poder mediante el Espíritu Santo cuando predicaban el Evangelio.
Al ver esto, la gente podía creer en el Dios Todopoderoso, así como en la existencia del Cielo y del Infierno.
A través de estas obras del Espíritu Santo, nosotros que vivimos en este mundo físico, también podemos sentir el reino espiritual.
Hoy en día, Dios nos está mostrando esas obras del Espíritu Santo de una manera más asombrosa.
En la última parte del versículo de Mateo 13:13 dice, "... porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden."Tal como está escrito, hay muchas personas que están espiritualmente ciegas y sordas.
Estos no creen en la vida venidera, ni tampoco en el Cielo y el Infierno: incluso hasta después de haber oído el Evangelio.
Inclusive con todo el avance que hay en la ciencia y la tecnología, hay todavía más personas ciegas y sordas.
Dios, mediante la manifestación de las obras del Espíritu Santo, desea que las personas abran sus ojos espirituales, vean el reino spiritual y lo crean.
Ellos tendrán esperanza por el reino de los cielos únicamente cuando crean sin dudar en el reino spiritual.
En esta iglesia en particular, Dios nos ha mostrado las innumerable obras del Espíritu Santo, mediante las cuales hemos podido sentir el espacio espiritual.
No sólo hemos podido entender que hay un reino spiritual, sino que también hemos podido comprender que existen muchos espacios en diferentes dimensiones.
Mediante la inspiración del Espíritu Santo, Él nos ha permitido entender que el Cielo no es sólo un lugar, sino que más bien que en él encontramos muchos otros lugares.
Es precisamente Su amor el que guía a Sus hijos a mejores moradas en el Cielo, para que gocen de mayor honor y poder.
Por este amor, muchos de ustedes están esforzándose duro por ser santos y fieles completamente.
Es mi deseo que ustedes recuerden este amor cada vez que presencien las ponderosas obras del Espíritu Santo y corran aún más hacia la meta espiritual.
Oro en el nombre del Señor para que con firmeza arrebaten las mejores moradas en la Nueva Jerusalén que está en el Cielo.
Permítanme concluir este mensaje, hermanos y hermanas. Mediante el Espíritu Santo, nosotros podemos sentir a Dios como nuestro Padre, aquel que nos ayuda y que permanece a nuestro lado todo el tiempo.
El pasaje de lectura de hoy en Juan 14: 26 dice,
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho."

El Espíritu Santo nos ensena la voluntad y el corazón de Dios. Él nos edifica como verdaderos hijos de Dios.
Mas el Espíritu Santo no nos obliga amar a Dios. Sino que Él soporta hasta que nosotros cambiamos y nos rendimos ante Él continuamente.
Mediante Su sacrificio, el Espíritu Santo nos demuestra cuánto nos ama Dios Padre.
En este Pentecostés, les he explicado en detalle la manera en la que obra el Espíritu Santo.
Primero, Él nos da la fuerza para vencer a este mundo.
Segundo, por medio de la Palabra, Él nos da a conocer el corazón de Dios; es decir, Su gran amor.
Tercero, Él continuamente nos manifiesta obras asombrosas para que podamos ciertamente conocer y creer en el reino espiritual.
Salvo que nos alejemos de Dios, el Espíritu Santo permanecerá con nosotros todo el tiempo y nos ayudará hasta que el Señor regrese.
Es mi anhelo que cada uno de ustedes se presente como fruto de la obra y permanencia del Espíritu Santo.
Es decir, espero que se den cuenta del amor de Dios, y que se presenten luego como verdaderos hijos de Dios que le aman desde lo más profundo de sus corazones.
Oro en el nombre del Señor Jesús para que sean llenos del Espíritu Santo no sólo en esta tierra sino también en la Nueva Jerusalén del Cielo (como lo promete en Juan 14:16).

 
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