Vivimos en un mundo tridimensional en el cual todo tiene límites. El mundo espiritual es de cuatro dimensiones y no tiene fin. No hay palabras que describan el principio ni el fin. Para poder llegar a este mundo espiritual debemos ser totalmente humildes ante Dios y desde lo más profundo de nuestro corazón. El apóstol Pablo arriesgo su vida por el reino de Dios e hizo numerosas señales y prodigios tales como resucitar a los muertos. El verdaderamente era humilde ante Dios y confesaba: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajados mas que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que esta conmigo” (1 de Corintios 15:10). Por esta humildad que el tenia, Dios no solo le dio poder y le uso en gran manera sino que también le bendijo en el cielo como uno de los mas honorables.
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