Había un pintor que siempre entraba en conflicto con otros pintores porque ellos no entendían su pintura. Un día un amigo suyo se agacho para tocar un cuadro de pintura que todavía no se había secado. El pintor inmediatamente extendió los brazos hacia su amigo para evitar que tocara la pintura. Ante esto, su amigo le contesto: “Agradezco mucho tu consideración pero no te preocupes, no me llenare de pintura pues ando guantes.” En ese momento el pintor se dio cuenta que cada individuo puede tener diferentes opiniones acerca de lo mismo. Desde entonces, el pintor ahora tiene una mentalidad más abierta hacia los pintores que no entienden sus pinturas. Así como el pintor acepto las opiniones de los demás cuando cambio su mentalidad, así también nosotros podemos aceptar a todos por igual. Esto se puede lograr si tenemos la mente de Cristo.
Filipenses 2: 4-5 dice: “No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.”
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