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| Noticias Manmin   No. 183 | HIT 6485 | DATE 2015-02-22
 
“¡Fue algo asombroso! ¡Mi ligamento y cartílago desgarrados hace treinta años, fueron sanados! ¡Estoy agradecido a Dios!”



Hermano Jaehong Park de 47 años de edad, Iglesia Manmin de Chuncheon (Corea del Sur)





El 22 de diciembre de 2014, el hermano Park asistió a la Reunión de oración para la llenura del Espíritu Santo con la Rev. Heesun Lee en la Iglesia Manmin de Chuncheon. Recibió la oración con el pañuelo sobre el cual el Dr. Jaerock Lee había orado. Después de la oración, él pudo sentarse y pararse sin sentir dolor. Él testificó de su sanidad con lágrimas.


Cuando tenía 18 años yo era un prospecto del fútbol con posibilidad de éxito ante mis ojos. No obstante, la mucha práctica y las lesiones constantes en mi rodilla, causaron que tuviera que dejarlo estando a la mitad.

En 1993, a la edad de 23 años, abrí un negocio de celulares y mi ingreso mensual neto estaba sobre las decenas de miles de dólares. Pensé que nada era más fácil que ganar dinero y llevar una vida de lujos en mi juventud adulta. Sentía como si todo fuera mío. Sin embargo, mi avaricia me llevó hacia mi destrucción. Terminé con una enorme deuda, que ascendió a más de un millón de dólares.

En el 2008, cumplí 40 años y me mudé a la ciudad de Chuncheon. Cedí todas mis propiedades a mis acreedores y pagué mis deudas. Me encontraba en la quiebra. Todos mis amigos se burlaban de mí y eventualmente todos me abandonaron, incluso mi esposa. Aún tenía dolor de mi rodilla y llegué a sufrir de depresión, lo cual se convirtió en un trastorno afectivo bipolar.

En Julio de 2013, comencé a pensar cómo morir sin tener que sufrir y luego llevé mis pensamientos a acciones. Sin embargo, mis intentos de suicidio fallaron y luego decidí intentar seguir viviendo, una vez más. Pero la realidad era tan abrumadora para superarla. Lo único que podía hacer era trabajos de construcción.

Luego de trabajar durante tres días, sufría de gran dolor por los siguientes dos días. A menudo, el dolor era tan grande que me encerraba en el baño y soportaba todo yo solo. El dolor y los calambres en las piernas con frecuencia me despertaron a las tres o cuatro de la madrugada. Sufría de gran dolor, como si alguien me hubiera retorcido ambos lados de los músculos de las piernas, y como si varias personas me pinchaban las rodillas con taladros.

En julio de 2014, el Diácono Hosong Chun, un compañero de trabajo, sugirió que fuera a la iglesia a la que él asiste. No obstante, su consejo entró por uno de mis oídos y salió por el otro. Incluso lo regañé y me burlé de él. Mientras tanto, algo sucedió el 22 de diciembre de 2014. En la mañana estaba experimentando más dolor que nunca antes. El Diácono Chun me llamó y me pidió que asistiera a la Reunión de oración de su iglesia, y yo, sin saber por qué, le dije: “¿Cuándo es?” Aún estoy curioso de por qué pregunté.

Finalmente fui a la iglesia con el Diácono Chun. Me senté en el último de los asientos al final, y una mujer, que nunca antes había visto, entró a la iglesia y me preguntó cómo estaba. En ese momento vi un pilar de fuego alrededor de ella, y me rodeó.

La mujer era la Rev. Heesun Lee que estaba allí para dirigir la reunión de oración. Estuve allí durante bastante tiempo, y me sentí feliz y sentí que cada palabra que ella predicó en su mensaje era exactamente para mí. Luego del mensaje la Rev. Lee dijo que oraría por los enfermos con el pañuelo sobre el cual el Dr. Jaerock Lee había orado (Hechos 19:11-12).

Me coloqué en la fila para recibir la oración con el pañuelo; y ahora era mi turno. Honestamente no esperaba que sucediera nada. Recibí la oración, y luego las personas a mi alrededor me dijeron que me sentara y levantara.

¡Vaya, qué sorpresa! Puede sentarme y pararme sin problema alguno. Al levantarme, mis rodillas hicieron un sonido extraño como si los huesos hubieran chocado y los músculos se hubieran roto. No obstante, luego de la oración no escuché nada más y me pude sentar y parar suave y cómodamente.

“¿De qué se trata todo esto? ¡Antes, no podía hacerlo! ¡Ahora sí puedo! ¿Qué fue lo que me sucedió?” Luego comencé a derramar lágrimas. Una vez que la reunión terminó, me acerqué a la Rev. Lee y le dije “Muchas gracias” una y otra vez. Corrí hacia abajo desde el tercer piso, donde está la iglesia, hasta el vestíbulo del edificio. No sentí dolor ni ningún otro problema. ¡Aleluya!

Estaba asombrado y no podía creer que no tuviera dolor en mis piernas y rodillas. Anteriormente sentía que no había otra cosa más que la muerte para mí, pero Dios me tomó de la mano, me llevó, y me sanó. ¡Doy todas las gracias y gloria al Dios de amor!


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