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| Noticias Manmin   No. 93 | HIT 9125 | DATE 2011-04-24
 
[Consejería Espiritual] Quiero saber cuál es la voluntad de Dios acerca del divorcio



"Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos" (1 Corintios 7:12-14).




Pregunta: Soy una mujer cristiana, pero mi esposo no lo es. He sufrido persecución por parte de él durante mucho tiempo. En este momento estamos sufriendo la crisis del divorcio. ¿Es aceptable delante de Dios que me divorcie de mi esposo? Tengo dudas acerca de la voluntad de Dios respecto al divorcio.

Respuesta: El 48,7% de las sesiones de consejería dirigidas en el Centro de Asistencia Legal para Familias en Corea el año 2010, fue concerniente a temas de divorcio. Esto se debe al cambio de la tendencia del mundo, el debilitamiento de la función familiar y la diferencia de la cultura social de cada cónyuge. Pero los creyentes en Cristo no deben elegir el divorcio bajo la influencia del mundo, y necesitan entender la voluntad de Dios respecto al divorcio exactamente y actuar según esta voluntad.

En el capítulo 7 de 1 Corintios se habla de manera clara acerca del matrimonio, divorcio, volver a casarse y la separación. Leemos en 1 Corintios 7:10-11 lo siguiente: "Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer". En estos versos, el apóstol Pablo les enseña a los matrimonios de creyentes que no deben divorciarse, en lo posible, y aconseja a que no se vuelvan a casar luego del divorcio sino que se mantengan solos o que se reconcilien con su pareja.

Lo más importante de la voluntad de Dios para los matrimonios de creyentes es que ellos no se deberían divorciar, excepto en el caso de que uno de ellos no pueda llevar una vida digna para obtener la salvación debido a la persecución del otro. Si el esposo que no es creyente decide vivir con su esposa que es creyente, ella no debe abandonarlo y viceversa.


Significado de la carta de divorcio que se registra en el Antiguo Testamento

En el pasaje de Mateo 19:3 en adelante, surge una escena donde Jesús y los fariseos hablan acerca del divorcio. Ellos le preguntaron lo siguiente: "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?" (v.3). Jesús les responde lo siguiente: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (vv. 4-6).

Pero ellos nuevamente le preguntan: "¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?" (v.7). Entonces Jesús les explica la voluntad de Dios: "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera" (vv. 8-9).

Deuteronomio 24:1 dice: "Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa". Este verso actúa como un dispositivo de seguridad de Dios que prohíbe al esposo involucrarse con otra mujer y al mismo tiempo protege a la esposa.

En Romanos 12:17 podemos leer lo siguiente: "No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres". Si este mandato hubiera sido dado a las personas en el tiempo del Antiguo Testamento, hubiera sido muy difícil para ellos poder cumplirlo, debido a que el Espíritu Santo aún no había entrado a sus corazones y no hubieran podido cumplir este tipo de amor en sus propias fuerzas. Levíticos 24:19-20 dice: "El que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él". Este verso nos ayuda a comprender por qué Dios dio la Ley a Su pueblo: si por lo menos tenían temor de la Ley, no obrarían con maldad hacia su prójimo.

Pero en los tiempos del Nuevo Testamento, cuando Jesús redimió y perdonó a la humanidad de sus pecados, el Espíritu Santo vino para habitar en los corazones y les ayudó a alcanzar el corazón de Jesucristo. Cuando los creyentes nacidos de nuevo aprenden y actúan por la palabras de Dios y oran fervientemente, dan nacimiento al espíritu por medio del Espíritu Santo y producen los frutos del Espíritu. Entonces, llegan a entender y perdonar a los demás, incluso a sus enemigos.

Si un hombre y una mujer se casan y pasan a ser una sola carne, Dios anhela que ellos se amen de manera inmutable y que vivan felices por siempre. Pero si el marido ya no quiere vivir más con su esposa por alguna razón, no puede garantizarse que puedan vivir en felicidad, exclusivamente, que su corazón sea restaurado. Solo se incrementará el dolor y la infelicidad en su matrimonio. En este caso, la gente del mundo piensa que la mejor opción es el divorcio, por lo que el número de divorcios aumenta continuamente.

Mas en la fe es algo completamente diferente; si sus pensamientos se aplican a creyentes en el Señor, ¿cuántas parejas de creyentes se divorcian porque no han alcanzado el amor espiritual? Si la esposa tiene fe, debe servir bien a su esposo y orar a Dios para restaurar una familia feliz. Si ella cambia diligentemente a lo espiritual y emana la fragancia de Cristo, podrá ayudar a su esposo a cambiar de opinión.


A pesar que está permitido darle carta de divorcio a la esposa, Dios al fin de cuentas quiere que se reconcilien.

En 1 Corintios 7:15-16 leemos: "Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?". Estos versos declaran claramente la voluntad de Dios: cuando un no creyente decide divorciarse, el cónyuge creyente debe buscar la paz y guiar al cónyuge a la salvación en lugar de divorciarse inmediatamente.

Existen algunos casos en los que se permite el divorcio ante los ojos de Dios. El primero consiste en la gran dificultad existente para obtener la salvación por causa de la persecución del cónyuge. Si el cónyuge no creyente causa persecución grave a la esposa y la amenaza forzándola a escoger entre él y Dios, ella no puede traicionar a Dios y olvidar su fe en Él debido a su temor de la persecución. Si ella abandona el camino de fe, significa que no tiene fe verdadera. Si su fe es verdadera, puede vencer la persecución y esforzarse por guiar a su esposo al camino de salvación. Los esposos creyentes jamás deben abandonar su fe ni traicionar a Dios a fin de mantener su matrimonio, pues no hay nada más importante que obtener la salvación.

Por supuesto que uno no debe considerar el divorcio como una persecución ligera por parte del cónyuge. Esto se debe a que algunas personas causan persecución a sus cónyuges y piden el divorcio por causa de su ira momentánea, aunque en realidad no desean divorciarse de corazón. En este caso, deben esforzarse mucho por guiar al cónyuge al camino de salvación (1 Corintios 7:12-14). La separación será una salida para ambos para alejarse el uno del otro por un tiempo, pues la idea del divorcio que se presentó por causa de la furia momentánea puede desvanecerse durante este período de separación.

Otro caso de divorcio permitido ante los ojos de Dios está registrado en Mateo 19:9 que dice: "Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera". Este verso indica que no se considera como pecado el divorcio de una esposa que ha cometido inmoralidad sexual. No obstante, no siempre dice a la esposa que cometió adulterio que su esposo debe divorciarse de ella. Lo mejor es que él la perdone y que mantengan el matrimonio como está escrito en el ejemplo del profeta Oseas: únicamente si la esposa pecadora se arrepiente por completo de su transgresión y cambia.


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